lunes, 30 de mayo de 2011

Una sorprendente sorpresa...

¿Qué hace un transformer en los "Musei Vaticani"?


Esa es la sorprendente sorpresa que se encuentra rotando en el patio central de los Museos Vaticanos.


Si no la has visto ya, pincha sobre el video y te sorprenderá ver una especie de vanguardista "Estrella de la Muerte" en el lugar donde menos huriera esperado encontrar algo semejante.


Lo flipas...




lunes, 16 de mayo de 2011

Un fin de semana en Roma (S.P.Q.R.)



"Ciao", acabo de regresar de un fabuloso fin de semana en Roma, la Ciudad Eterna, actual capital de Italia, germen del antiguo Imperio Romano y cuna de la civilización occidental.


La primera impresión que da al entrar en Roma es la de ser una ciudad decadente de vetustas construcciones, cuyos suburbios se encuentran plagados de grafitis de mala muerte y los tejados sembrados de antenas con el cableado cayendo libremente por las fachadas de los edificios como lianas artificiales. Realmente penoso, la verdad.



Al llegar a la estación de Termini, destino habitual de la inmensa mayoría de visitantes al ser la terminal tanto de trenes como de autobuses que provienen de los dos aeropuertos más cercanos: Fiumicino y Ciampino, la sensación de decadencia se degrada aún más al observar el variopinto grupo de personas más o menos marginales que deambulan por los alrededores de la estación ante la impasible mirada de unos policías con aspecto de vivir todavía en los años 50 (1950).



La conducción aparentemente alocada e irrespetuosa de los vehículos: autobuses, turismos, ciclomotores, infinidad de taxis e innumerables coches y motos policiales, omnipresentes en la ciudad, y el deficiente estado de conservación de las calzadas adoquinadas y las ¿aceras? no aptas para ninguna persona con minusvalía y peligrosas para el resto de peatones que deben ir muy atentos a los tropezones, hacen que más de un turista se pregunte: "¿Pero dónde me he metido?".



Si a esto añadimos el elevado precio de la estancia en hoteles más o menos "modestos" que además te obligan a apoquinar tres euros más por persona y noche al contado y en el acto, en concepto de "esquilme indiscriminado" a los 24 millones de turistas anuales que visitan(-amos) la ciudad, según dice un cartelito con la loba capitolina colocado en el mostrador del respectivo hotelito, pues te cagas en la madre que parió al juerguista del Berlusconi (que no tiene ni el detalle de invitarte a una noche de "fiestuki" en su modesta chabolita) y en la del Santo Padre (que aunque administrativamente pertenezca a otro estado, también tienes intención de visitar, por supuesto).



Y mira que tuve la suerte de llegar al hotel de tres estrellas que había elegido por su situación, creca de Termini y del centro de la ciudad, su precio relativamente moderado y, sobre todo, por la inmejorable opinión de los compatriotas hispanos que ya se habían alojado en él y tuvieron el detalle de valorarlo positivamente en Internet (el Hotel San Remo, para más señas) y al llegar nos dice el recepcionista (a mi mujer y a mí) que está completo y encima han tenido una avería en una tubería y no pueden alojarnos. -¡Aaaaahhhh...! ¿Y ahora qué hacemos...?. Pues nos dice que tranquilos, que ya nos han realojado en otro "albergue" próximo. -¿Ehhh..., qué me dices de un albergue...?. -Tranquilo "siñore", que es un "albergue" de cuatro estrellas y aún mejor situado que éste un par de calles más allá (resulta que los italianos a los hoteles les llaman también albergues, vaya susto), ahora le digo al "ragazzo" que les acompañe. -No moleste al chaval amable empleado de recepción de este maravilloso hotel de tres estrellas, márquenos en el plano la situación del nuevo hospedaje asignado de cuatro estrellas al mismo costo y no tenemos ningún problema en buscarlo nosotros mismos, faltaría más. Y muchísimas gracias por su amable y grata atención, por supuesto. Y dicho y hecho, un par de calles más allá, nos estaban esperando en el Hotel Mondial, donde tras la asumible sorpresa de los 18 euros más de recargo imprevisto a razón de tres euros por persona y noche para dos personas y tres noches, nos dan una enorme habitación con una cama gigante en un hotel impecable, ¿qué más se puede pedir?.



Pues se puede pedir lo que llegó a continuación.



Tras todas las pegas y malas impresiones de la llegada, una vez que te acostumbras (media hora más tarde, poco más o menos), comienzas a disfrutar realmente de las maravillas que esconde una ciudad tan anticuada como histórica, donde cada calle es un auténtico museo al aire libre ubicado en su espacio original. Todo es real y auténtico, no un decorado hecho para impresionar al turista, sino que simplemente está ahí porque es donde se creó y se nota.



Deambulas por las calles del centro, como miles de turistas más, con una mochila a la espalda, los ojos abiertos como platos y una sonrisa tonta en la boca, consultando continuamente tu ubicación en el plano turístico de la ciudad que te han dado en el hotel, mientras tu señora prefiere consultar la guía de viaje comprada hace una semana para la ocasión donde se pormenoriza todo tipo de detalles e información que, aunque a veces puede acertar, muchas veces no es real, pero orienta.



Y, con tus grandes dotes de orientación y supervivencia en todo tipo de terrenos hostiles y un poco de suertecilla, "voilá" La Fontana di Trevi. Majestuosa y llena de turistas e hindúes que te quieren sacar fotos con tu pareja. -¡Que no "pesaos", que lo que queremos es disfrutar en calma entre la multitud de este maravilloso momento tan romántico y espectacular!, ¿es que no lo entendeis?.





A codazos logras llegar hasta la orilla, cumplir el ritual de tirar una moneda de espaldas cada uno (de 20 céntimos, claro) y relajarte un ratito con el sonido del agua y el barullo de la gente mientras entras en una catarsis interétnica planetaria en la que te sorprende que el que está sentado al lado tuyo resulta que también habla español, por lo que aprovechas a pedirle que te haga una foto con tu pareja, cuyo gesto suele devolverse con otro favor igual, que seguro que sale más económico que si la foto que la hubiera hecho el hindú, tras lo cual levantas el campamento, con la clara intención de volver en otro momento, y te vuelves a lanzar a la aventura..., ¡venga, ahora a por el Coliseo!. Pero por el camino te sorprende el mastodóntico monumento a Vittorio Emanuele II y el Foro Trajano a la izquierda, y las ruinas del Palatino a la derecha, y el Coliseo en frente y por la carretera un montón de Ferraris de todos los colores escoltados por la Polizia Municipale rugiendo a toda pastilla ante el asombro y la fascinación de los innumerables paseantes que lo inundan todo y entre los que te encuentras sin saber ya hacia donde mirar para no perder ni un detalle de tanta belleza. Realmente es asombroso.




Al día siguiente está claro que hay que ir al Vaticano, así que a madrugar y de camino (en metro) paramos en la Plaza de España, sólo para ver su famosa escalinata



y seguimos ruta en un abarrotado metro hasta la estación de Ottaviano y al llegar..., ¡ala!, si está lleno de turistas. La Plaza de San Pedro con más de veinte autobuses aparcados en su interior, ¿no podrían aparcar en otro sitio?, vaya feo, y los miles y miles de turistas que vagan en grupo de un lado a otro, parcen concentrarse en gruesas hileras humanas que parecen interninables, así que habrá que ponerse en alguna. ¿En cual?, pues está claro, en la más larga, por supuesto.




Tras más de hora y media de cola a pleno solazo bordeando la Plaza de San Pedro en dirección a la Basílica con el mismo nombre y peleando por que no se te cuele algún(-a) que otro(-a) "despistado(-a)" turista que "no entiente" cuando se trata de explicarle que la cola empieza doscientos metros más atrás, donde se acaba la gente y que has tardado cuarenta y cinco minutos en llegar hasta donde estás en ese momento, mientras piensas "¿porqué no me habré hecho yo el despistado cuando llegué, si total vamos a entrar a la vez, porque se ha quedado enganchado justo ahí detrás, delante de esos extranjeros mayores que no les han dicho nada?", pasas un detector de metales y entras en la Basílica (menos mal que es gratis, porque en la guía ponía que había que pagar..., lo que sí decía la guía y tenía razón es que de pantalón corto, minifaldas y escotes, ná de ná, que putada la chica esa que ha estado hora y media a pleno sol haciendo cola para que no le dejen entrar. Vaya cara esos(-as) jetas que se han "colao" y con sólo diez minuto de cola entran a la par mía, joder...), pero ¿qué es esto...?, si de cerca es más grande de lo que parece y por dentro ni te cuento..., vaya lujo por Dios..., todo marmol: suelo, paredes, estátuas de más de tres metros por todas partes..., vaya techo..., si esto es enorme...,



cuatro fotos y ya está. Ahora "pa" los Musei Vaticani, a la vuelta del estado, a la derecha, siguiendo este murete defensivo-fronterizo de unos diez o veinte metros de altura custodiado por la Guardia suiza.



Por lo menos aquí no hay cola (ahora, claro), es que ya es casi la hora de comer, pero si lo vemos rapidito y salimos a comer antes de ir al Castillo de Sant´Angelo..., yo creo que podemos.



Y un jamón. Quince euros cada uno de entrada y más de tres horas de intensísima visita por unas interminables salas donde no hay un solo centímetro cuadrado sin decorar. ¿Pero cuántas horas de trabajo hay aquí metidas por unos artistazos que te cagas..., esto sí que es arte y no lo que hay en el Guggenheim. Esculturas hasta en la sopa (los torsos desnudos capados en su práctica totalidad, salvo un par de excepciones, que salvaron su cilindrín gracias a Dios). Yo creo que tienen tantísimas que ya no saben ni dónde meterlas y simplementen las amontonan dejando un pasillo en medio.



Es espectacular, que empacho de arte romano, y egipcio, y etrusco, y ..., menos mal que la Iglesia es muy previsora y dentro del propio museo tienen self-service para todos los gustos a precios populares, que sino ibamos a comer "ostias".



Y, hablando de "ostias", es la expresión que te sale cuando ves una especie de "transformer" terraqueo dando vueltas sobre si mismo en el patio interior de los museos. ¿pero qué hace esto aquí, si es futurista?, como si un asteroide mecánico se empotrara contra otro planeta (La Tierra tal vez) similar.



O cuando ves al Discóbolo en un ricón entre otras muchas esculturas o una reproducción del Pensador de Rodin en otra de las salas. Y piensas: ¿Pero son las originales o reproducciones?. "joder, seguro que tratándose del Vaticano tienen que ser los originales, es alucinante" (aunque, según la Wikipedia, parece que no, vaya chasco).




El techo de "la sala de los mapas" (no sé realmente como se llama) es alucinante.



Me gusto incluso más que la archifamosa Capilla Sixtina, donde el trabajo de Miguel Angel apenas se aprecia entre la recargadísima decoración de la estancia, que no destaca para nada del resto, salvo en que es el único lugar de todo el Vaticano donde está expresamente prohibido hacer fotografías y se ruega guardar silencio, ja, ja, ja. Misión Imposible. Pobre vigilante de seguridad que se fué de la sala desesperado el hombre y llegó en su relevo otro más gruñón que daba palmadas y gritos para tratar de controlar a la marabúntica muchedumbre, entre la que me encontraba, sacando fotografías del techo con desesperación entre gritos de todos los idiomas.




Y "OSTIAS" dices también si te fijas en uno de los letreros indicadores donde se señala cómo ir a los Archivos Secretos Vaticanos, protegidos por una simple mampara en unas oscuras estancias, ja, ja, ja, pá mear y no echar gota, jua, jua, jua ¿quien dice que el clero no tiene sentido del humor?, si no lo veo no lo creo, je, je, je.






De ahí al Castillo de Sant´Angelo, feo y cutre por detrás, pero espectacular e imponente por delante, desde el puente con el mismo nombre, que atraviesa el rio Tiber, o "Tevere" para los italianos, de ahí el nombre de "Trastevere", la zona de ambientillo romana, con restaurantes en todas las esquinas. La mayoría de ellos para "guiris", por supuesto, pero puestos a dar datos, recomiendo el que encontramos en una callejuela (Vicolo del Buco), llamado "La Villeta di Tonino Policella", situado bajo unas frondosas ¿buganbillas? (o algo similar), un local amplio, familiar y acogedor, donde comimos estupendamente.



Como dato diré que aunque hay que patear mucho para intentar verlo todo (es posible en dos días y medio, aunque no lo parezca, lo tengo comprobado), sólo hay dos líneas de metro que circunvalan la ciudad sin entrar en la zona histórica. No tomamos ni un solo taxi, por lo que no sé lo que cobran, aunque oí comentar que intentan alargar la ruta con los turistas, cosa que ignoro realmente. Y lo mejor para moverse por el casco urbano si estás cansado(-a) son los autobuses urbanos, porque en la práctica son totalmente gratuitos. Van abarrotados (sobre todo por la tarde-noche) y botan mucho por el estado de la calzada y la conducción brusca que se estila en esta ciudad, pero la gente sube y baja de ellos por cualquier puerta y sin ningún control.



El alquiler de vehiculos ni me lo plantearía.



El último día le dedicamos a recorrer tranquilamente las ruinas romanas bordeando el Palatino por la zona del Circo Massimo hasta el espectacular Ara Coell, encontrando por sorpresa en una esquina (hay que buscarla) a la famosa Loba amamantando a Rómulo y Remo,



símbolo de la ciudad y el casco viejo en general (aunque aquí todo es viejo realmente): Campo di Fiori, Plaza Navona, Rivera del Tiber y callejear para terminar al final del día de nuevo en la Fontana di Trevi (iluminada). Creíamos que iba a estar iluminada espectacularmente, como el Colisseo, pero ¡que va!, solo tiene cuatro tenues luces blancas sin más historias. Lo espectacular es la fuente en si misma, que resulta ser la fachada de un edificio, manda huevos...





Y ya puestos a recomendar, cenamos en una "birreria" (cervecería, aunque realmente era un restaurante muy acogedor con una decoración temática muy original y atendido por unas chicas amables que, además una de ellas hablaba castellano) cercana a la Fontana, en la calle Via del Lavatore nº 36, llamada "Patrizi e Plebei", donde cenamos una (casera) pizza cuatro estaciones y un fantástico y buenísimo cappuccino (con chocolate, nata y canela). Por cierto, en Italia el cappuccino es un simple café con leche normal y corriente y un cortado se dice "macchiato" (se pronuncia: maquiato, aprox.).


En resumen: Roma es fantásticamente espectacular y bellísima. Un museo toda ella. Pero no apta para personas con problemas de movilidad. Con un suelo muy peligroso (hay que ir siempre bajando la vista para no tropezarse) y con aire de abandono y dejadez. Plagada de turistas y de policías que parecen estancados en el tiempo, como las construcciones de la urbe, donde es prácticamente imposible encontrar algo moderno, la verdad, y con algunas personas subsistiendo en la extrema pobreza que intentan ser ignorados(-as) por quien sólo busca disfrutar del pasado explendoroso del Gran Imperio Romano y el lujo y la opulencia de la Santa Iglesia Católica.





¿Merece la pena ir?, pues rotundamente sí.


Arrivederci.